Rayuela cotidiana

para salir de la Tierra,

de esta urbana humanidad hecha de palabras y

de silencios y de sentidos sin sosiego.

Desterrarme, dejar de ser el caminante

que dibuja itinerarios pedestres.

Un salto. Me basta un generoso salto

para llegar al casillero Tres,

tríada de la búsqueda ontólogica en donde habita

un tríptico de sueños, que regala

infinita misericordia y un futuro posible...

pasible de enmiendas.

Un salto. Me basta un apasionado salto

para alcanzar el casillero Cinco.

La libertad metafísica cicatriza las heridas

del des-encuentro, del des-amor y pone alas.

Me descubro al fin en vuelo,

ya despojada de antiguas miserias.

Un salto. Me basta un trascendente salto

para ingresar en el casillero Siete,

hangar de ilusos corazones.

Un lugar sin tiempo, sin constelaciones erráticas,

una pausa para elegir el rumbo:

ni aquí ni allá.

Un salto. Me basta un jubiloso y último salto

para saber que llegue al Cielo deseado.

Desnuda de posesiones, resuelta en esperanzas,

voy detrás de ti.

Vengo desde el amor diciendo tu nombre

por esta rayuela interminable.