Juan Carlos Nigro
La ciudad saturada de silencio
como un monstruo adivino, sagaz.
Huire de mí, de mi tórpida entraña,
la tarde de tus ausentes cabellos enarbolados,
tu voz silenciada por el sino inapelable.
Exorcizaré los puentes enemigos
que te alejan de mi.
Me interrogo en la tiniebla alta,
me indago en el mutis del hiato.
Aguardo tu voz,
tu aliento,
tu aroma,
tus ojos transparentes,
tu sustancial saber
que brota por los manantiales de tus poros;
el alegato de tu sonrisa.
Se halla alto el Sol:
tu estás ausente;
sucumbirá el Sol,
tu estarás ausente.
Llegará la Luna,
tú estarás ausente.
Viviré mientras tu vivas,
no morirás con mi muerte,
sentirás la letanía de mi candor
(un festival cancelado),
una arboladura perenne
como un navío que surca,
ambicioso, una ruta sombría.
Castigan mis oídos tus silencios;
requiero tu armoniosa voz,
el sonido sinfónico de tu ser.
La brisa que agita tus pestañas.
Es mi sino evocarte.
Es mi afán convocarte.
Solo sé como crece el vacío en mi torno
y pronuncio un salmo laico.
Barracas alSud, al amanecer.