Elba Beatriz Gallenti
Lunes mediodía de mesas vacías y sillas dormidas sobre la vereda.
La plaza palpita, un banco me espera.
Lunes mediodía resuenan los pasos ajenos
pesa mi rutina.
Traque - traque - traque-, charol y sombrero.
Plaf - plaf - plaf -, para todo terreno.
Un lamento de celta filtrado en el aire
invade mi oído de duendes pastores.
Pas - pas - pas -, se arrastra sin pena.
Cluk - cluk - cluk -, tacón de madera.
Se obstina el plañido de gaita y violines.
De gaita y violines la brisa inundada
ondula mi pelo, se mecen las sombras.
Recorra su encaje la tipa invasora.
Despiertan sus ramas acunando brotes.
Shh - shh - shh -, de traje y con lentes.
Clak pas - clak pas -, porrafolio displicente.
Son dos menos cuarto y el celta renueva
su etéreo gemido. Con giros y soplos
y vueltas de tonos le nacen del fondo
cascabeles nuevos.
Se alegran las notas que suben y bajan que bajan
que bajan y rién.
Cluch plaf - cluch plaf -, cara de aburrida.
Clam - clam - clam -, pasa y no me mira.
Y los cascabeles desarman los giros.
Una pausa contiene el respiro de la melodía.
Se asoma otro leve bramido de cuerno, campanillas corras salpican mi oído.
De golpe otro canto quiebra la armonía:
Pii, pirripf, pirripf. ¡Ese es de verdad! ¿Dónde esta?
Chuuuchi pii prirripi, chuuuchi pif. ¿Dónde está?
¿Dónde ... ? ¿Don ... ? Son las dos en punto.
Ondula extenuado el suspiro de gaita y violines.
Tarín tarín lará, lairará. ¡Lai - rá - rá!.
Se queda sin duefio el banco vado.
Clap - clap - clap - clap. Los oigo, los siento.
Ahora son los míos los pasos que cruzan
el cemento frío.