Cristina Rossi
"Aprender a leer es dejar de ser la sombra de las otros". (Un analfabeta de Recife. Brasil)
Para rendir una materia de una carrera aun no terminada, iba día par medio a la Biblioteca de la Caja de Ahorro.
Me ubicaba en el medio del salón, previo trámite hecho ante la informante bibliotecaria.
Cada vez que me sentaba, una mujer ni mayor ni joven, ni linda ni fea, no muy bien vestida pero tampoco desaliñada, se me acercaba con un libro en la mano. Con el tiempo me di cuenta que siempre era el mismo: tapas azules y lustrosas.
Junto a mí, parada, y con infinito respeto, sin siquiera tocarme, empezaba su ritual: me señalaba una palabra del texto abierto en algún lugar, luego acariciaba la pagina donde estaba dicha palabra, la olía, le daba un beso y me la ofrecía pidiéndome que se la leyera. Primero fue una palabra, luego frases pequeñas. Nunca mas de eso.
Si alguien, en este momento, me pidiera que recordara alguna de esas palabras, sería imposible.
La situación era tan paralizante, que me quedaba anestesiada por segundos. Al principio, preocupada por mi materia -"Realidad Educativa"- no prestaba atención a los instantes contiguos a la lectura de su palabra. Pero después de un mes, esta mujer comenzó a meterse dentro de mí como una alucinación, con provocación y desafío.
¿Qué pasaba? ¿Qué pasaba con su vida; a que iba a la biblioteca, siempre pidiendo el mismo libro, siempre a la misma hora, que soledad la envolvía, qué sombras la seguían? Antes de rendir la materia, angustiada por la sensación de no verla más, cosa que así ocurrió, fui otro día, no el de siempre, ala biblioteca. Ansiosa le pregunté a la informante par la mujer, si sabía como se llamaba, si tenía alguna dirección, si retiraba otros libros, etc, etc, etc.
... ¿Pero no se dio cuenta? -me dijo mirándome por arriba de sus anteojos: "No sabe leer, hace que lee".
Esa sombra me persiguió por siempre y me jure que no iba a dejar ni a mis alumnos ni a nadie, sin leer su palabra, sombra que aun hoy me envuelve, cuado estando frente a mis adolescentes, los dejo sin esa palabra.
... Y me esfuerzo, sabe Dios que me esfuerzo, que siempre estoy buscando aquellas lecturas que les interesen, que les aporten algo a su vida.
Respetarles su palabra para que ellos respeten la mía y poder establecer el vínculo mágico en el acto creador de la enseñanza.
Leer y escribir son actos de la vida que todos los hombres debieran tenerlo Actos incorporados como modificadores de realidades, como anunciadores de lo que vivimos, como críticos de lo injusto, como creadores de cultura, como acompañantes de soledades, como hacedores de lo bueno, como denunciadores de lo siniestro, como abordadores de lo prohibido, como conquistadores de la sabiduría. "Que todos tengan la oportunidad de leer su palabra" •