Mayo 2009

El árbol de la sal

Ignacio Quiroga y Matías Pacheco ()*

Cotaá era el dios de un pueblo que vivía en la zona boscosa del Gran Chaco.

Conocedor de que la gente de ese lugar llevaba una vida muy sacrificada, decidió regalarles una planta que les sirviera de alimento y que también calmara su sed. Cuando la creó, se sintió muy feliz. Medía algo más de dos metros de alto y sus ramitas se enlazaban con otros árboles como si los abrazara.

Lamentablemente, alguien había espiado sus movimientos. Era Naiapec, el diablo, que de inmediato resolvió arruinar la obra del generoso Cotaá: juntó en un recipiente todas las lágrimas derramadas por ese pueblo tan sufrido y las arrojó sobre la planta recientemente creada por Cotáa.

Cuando los indios descubrieron la nueva planta, se alegraron porque sabían que, si la cuidaban, ya no les faltaría alimento. Pero al probar su jugo, éste sabía amargo y salado. No les serviría entonces para calmar la sed, pero aprendieron a usarlo como exquisito condimento que utilizaron desde entonces en las comidas de todas las fiestas.

() Primer premio Categoría A. Instituto Nuestra Señora de las Nieves. Concurso Leyendas de Nuestra Tierra 2008*

por Asociación Argentina de Lectura