Julio 2007
Julio 2007


La literatura juvenil y la lectura, una problemática abierta a la investigación

María Ruth Pardo Belgrano

La literatura juvenil, la destinada a los chicos más grandes, a los que inician su adolescencia, alrededor de los once o doce años y que, en materia literaria, puede finalizar a los quince, dieciséis o quizá más, depende de muchos factores. Si se la aborda en un contexto más amplio, se revela como una compleja problemática en la que inciden los numerosos y acelerados cambios de los últimos tiempos. Progresos técnico científicos, multiplicación de la información, otros modos de conocer, alteración de los comportamientos , los valores y las instituciones, abruptos cambios sociales, desigualdad socioecómica y cultural, evidente entre distintos países, en un mismo país y hasta en una ciudad, conforman un panorama difícil de esta literatura que requiere un análisis renovado.

Una primera aproximación, la más elemental, se relaciona con los interrogantes surgidos del trato con los adolescentes: el denominador común suele ser el desinterés por el libro, la carencia de hábitos y habilidades lectoras o, en el mejor de los casos, las motivaciones que los pueden inclinar hacia la lectura.

Una aproximación más profunda conlleva examinar la literatura juvenil por un lado, desde los fundamentos filosóficos que la sustentan – diversos según los autores, el medio y la época- y en sus vinculaciones con otros campos; por otro, los libros, el tipo de lectura y cómo se lee.

Al reflexionar sobre la literatura juvenil, pensamos en jovencitos que, en la actualidad, comienzan antes que en décadas anteriores su estadio evolutivo. Es la psicología quien aporta los datos sobre sus problemas tales como los cambios corporales, la inestabilidad anímica, las fantasías, las rebeldías, la búsqueda de una nueva entidad, pero, ¿cómo viven esta etapa en cada sociedad y en una época vertiginosa que acentúa las contradicciones? Contradicciones significativas en la relación lector / libro: desde la aceptación – entusiasta o tibia- hasta el rechazo total y desde otra perspectiva, el caso de los que saltan bruscamente de la literatura infantil a la adulta y no admiten un repertorio específico.

Además, estos chicos son parte de una familia y de una escuela, ambas en crisis. Dogmáticas o permisivas, cerradas o abiertas a los cambios, confundidas o con una clara visión de la situación, son reflejo de una sociedad que también varía según se trate de un país desarrollado, en vías de desarrollo o subdesarrollado. Estos factores, en parte, originan lectores, lectores potenciales, no lectores o lectores con otras prácticas de lectura más revolucionarias como las de las modernas tecnologías.

Otro aporte para considerar es el de la educación y el de las ciencias sociales. ¿Qué concepto de educación tenemos? ¿Ayudamos a los adolescentes a crecer en un mundo de constante cambio? ¿Los integramos socialmente a través del conocimiento y la comprensión del medio social, económico y cultural? ¿Favorecemos el desarrollo de su espíritu crítico y de sus capacidades creadoras? ¿Les brindamos una cultura general con sentido realista y funcional y una formación política en el libre juego de las libertades democráticas ? ¿Es la educación un proyecto permanente?

Por otra parte, los adolescentes no son ajenos a las presiones de los medios masivos de comunicación. La televisión, presente en todos los hogares y a toda hora incluso en aquellos donde el libro no ha entrado por desinterés, por ignorancia o por imposibilidad económica, los capta con sus modernos recursos audiovisuales y les impone comportamientos a través de programaciones carentes de valores éticos y estéticos y en algunos casos hasta degradantes .Sin embargo, aparece como real y atractiva tal vez por comparación con la escuela, marginada de la vida y excesivamente teórica solo rescatable por los esfuerzos individuales de los docentes concientes de su tiempo.

A estos jóvenes ¿qué libros les ofrecemos ? En cuanto a las temáticas, ¿las representativas de sus intereses y necesidades? ¿Y qué tipo de necesidades? ¿Intelectuales? ¿Sociales?¿Afectivas? ¿Científicas? ¿Políticas? ¿Y los clásicos? ¿Los conocen? ¿Cómo interesarlos en ellos para que descubran que no son diferentes a su mundo y a sus preocupaciones aunque se desarrollen en otros tiempos , con otras costumbres y en otros lugares?

Y, en cuanto al formato, ¿libros tradicionales o libros electrónicos ? Pues uno y otro exigen distintas formas de lectura, lineal y secuencial el primero; abierta y relacional, el segundo. Pero, en ambos casos es importante que logren una lectura totalizadora en sus diferentes niveles de comprensión que abarque tanto lo literal como las inferencias y la crítica sin descuidar el plano creativo. Sería interesante investigar si los recursos de las modernas tecnologías , con otras y nuevas formas de encarar la lectura favorecen el acercamiento al libro y al mundo literario.

Cada región exige un estudio particular para que la lectura – como manifiesta Marc Soriano- “ esté integrada a la personalidad del lector”.

Propongamos a los jóvenes lecturas que los ayuden en sus búsquedas personales, a integrarse en su medio y en su época , que les permitan reflexionar, discutir, crear, que les signifiquen nuevas perspectivas. Libros que se encuentran en la producción que se les destina y que han de integrar la difusa y heterogénea franja de la literatura juvenil y también, en la producción destinada a los adultos.

¿Cómo acceden los jóvenes al libro? ¿Concurren a las bibliotecas? ¿Los leen por otros medios? ¿Cómo puede contribuir la sociedad, a través de sus instituciones o de organizaciones intermedias, para que los libros, los que les son necesarios para su formación en el sentido más amplio, no solo el escolar sino los que pueden disfrutar por temas y por estilo, les lleguen, en forma sistemática? No ignoramos valiosas experiencias que intentan paliar una situación negativa en cuanto a literatura y a la lectura pero lo importante es que en las acciones, estatales o particulares, ningún adolescente quede excluido .

Tal vez hemos planteado muchos interrogantes pero no es fácil abordar la literatura juvenil. Compleja como sus destinatarios y su material requiere estudios e investigaciones interdisciplinarios que se adentren en el difícil mundo de principios del siglo XXI, que buceen en las diversas cuestiones que se entrecruzan y que reflejen una actitud abierta al intercambio de opiniones y al replanteo de posiciones personales si es necesario.-

por Asociación Argentina de Lectura