Bettina Caron
Todos los que trabajamos en educación sabemos que mas allá de los métodos, es la personalidad y la capacidad profesional del docente la que tiene mayor incidencia en un buen aprendizaje. Sabemos que el docente, como cualquier profesional tiene gustos, deseos, y también rechazo por algunos temas o áreas de la enseñanza. No desconocemos que los maestros, a diferencia de los profesores, deben manejar y transmitir un repertorio de variados conocimientos y áreas expresivas, especialmente en Nivel Inicial. Tradicionalmente y en la escolaridad primaria las materias del área expresiva están a cargo de especialistas y aun las Ciencias Exactas y el Lenguaje también, en los grados del tercer cielo.
Esto nos lleva a pensar que des de el punto de vista formativo se entiende que hace falta una preparación especial para algunas áreas a lo cual va unido, o por lo menos así debería ser, una inclinación vocacional de parte del docente.
Ahora bien ¿qué ocurre, en cambio, con el maestro y la lectura, si pensamos en esta ultima como en una actividad vocacional, por un lado y que necesita que el maestro domine la especialidad como promotor, por otro, y de lo cual se desprende la importancia del entusiasmo, en la transferencia de esa actitud lectora, del promotor a su alumno?
La lectura placentera pone en juego una serie de aspectos de la personalidad que involucran el campo, no solo intelectual, sino también socioemocional y aun corporal. La pregunta que se nos plantea es pues, ¿cómo puede el maestro despertar el deseo de leer si el no tiene un buen vínculo con la lectura?, y ¿cómo ayudarlo a reparar o elaborar esta problemática?
Revisar el vinculo del docente y la lectura quizás no nos sirva a los efectos de modificarlo sustancialmente, pero, poder reconstruirlo y entenderlo sin duda aliviara al docente y lo instrumentara para buscar técnicas y apoyos didácticos para lograr una acción mas positiva en su labor.
Esas teorías, pueden ser un primer paso. No se trata pues de leer y acumular información sobre las diferentes posturas teóricas sobre el tema, sino de vivenciar esos conceptos a partir de lo personal.
Otro aspecto necesario para trabajar con los docentes es el que muy acertadamente denomina Noé Jitrik como el mandato vacío del deber de leer, por el enorme peso sociocultural de este mandato, de esa lectura obligatoria y obligada - no se sabe bien por quien y por que -, pero que todos, se supone o suponía, debíamos hacer.
Estimo, quizás valida como propuesta, la de desandar el camino de la lectura, comenzando por reconstruir el vínculo, bueno o malo, de los maestros con la lectura, porque es un vinculo innegable en nuestra cultura, como cultura de la palabra escrita, de lo escrito para ser leído. ¿Podemos pasar por alto las reflexiones de Francesco Tonucci sobre los docentes como los profesionales que menos leen?
No dejaría de ser interesante investigar el por qué de esta situación que plantea Tonucci y preguntarse, por ejemplo cómo fue la forma en que estos maestros fueron llevados por el terreno de la lectura; como fueron ellos mismos formados o no, como lectores; ala luz de que ideas sobre la lectura ... Maestros educados con libros que deben educar a niños educados por la televisión o maestros educados por la televisión que deben adorar la lectura. No deja de ser contradictorio en ambos casos.
Se puede pensar también, si no sera que los maestros, como muchas otras personas, no leen libros porque se yen urgidos a leer de otras formas y a leer otras cosas. ¿Podemos no leer el diario, la televisión, la radio, toda la información que los medios nos traen desde los mas recónditos lugares? Y ¿podemos negarnos a saber todas las cosas terribles, por cierto en su mayoría, que ocurren en nuestro planeta? ¿Podemos no estar absortos en la lectura de nuestros propios pensamientos sobre todo eso que ocurre?
Nunca, creo, el ser humano ha dependido tanto de la lectura y de la necesidad de interpretar la realidad, de sospechar, de intuir, de reflexionar, de analizar, de prever, de crear sus propias hipótesis de lectura de la realidad. Nuestra cabeza no cesa de leer esas cosas y a veces, ademas, somos capaces de leer libros, a pesar de la computadora, Internet, el e-mail, el cine, el video, la publicidad y ...
Creo, pues, que leemos y quis demasiado. Propongo simplemente rescatar esa otra lectura, la literaria, la absolutamente gratuita, la innecesaria, la placentera, la maravillosa "lectura para perder el tiempo". Hoy, mas que nunca, vale la pena pensar, realmente, que es leer. Pensarlo a la luz de los avances tecnológicos en materia de comunicaciones que nos presentan un mundo globalizado sometido alas leyes de la diosa Informática, por un lado, y a los Indices de analfabetismo en el mundo, por otro, que sobrepasan los mil millones de adultos, a los que se suman más de den millones de niños, en edad escolar, que no tienen escuela.
Este es nuestro problema del milenio como educadores. Sin acceso a la lectura, no hay acceso a Internet y el analfabetismo digital, aunque problemático, no es insalvable como la brecha, cada vez mas profunda entre un analfabeto y una persona informatizada. Nuestro mandato, ya no vado, por cierro, como educadores, es promover la promoción de la lectura porque por mucho tiempo más, la cultura de lo escrito seguirá rigiendo el mundo, con y sin computadoras y nadie estará más desprotegido, para sobrevivir en el mundo actual, que un analfabeto.