Contemplar las nubes. Eso le encantaba a Pupa. Por las noches, el amaba recostarse sobre el pasto y mientras saboreaba el suave tabaco rumano, con la pipa que había sido de su abuelo y de su padre, gastar las horas nocturnas en la adivinación de as distintas formas de las nubes, viajantes perpetuas del cielo.
Contemplar las nubes. En eso andaba Pupa, la vigésima quinta noche del año cuando la vida le dio un giro de ciento ochenta grados a su tranquila existencia.
Al principio no distinguió aquel sonido. Creyó que era producido por as hojas de los árboles que bailaban al ritmo de la música que ejecutaba al viento. Pero no era así. Cuando abrió los ojos y su mente se desembarazó del en canto del sabor del tabaco rumano, oyó a aquella voz con claridad.
-¡Eh, tu! ¡El de ahí abajo! ¿Podrías prestarme un poco de atención?
Quien le hablaba no era su tío Alberto, quien, por las noches, acostumbraba volar en su calabacín supersónico y a veces pasaba a saludarlo. Quien le dirigía la palabra era una nube con forma de buzón.
-¿Tu eres el ratón Pupa, no? -le pregunto la nube buzón.
-Sí - contestó Pupa, al mismo tiempo que pensaba que debería haber seguido el consejo de su tía Melba, dejar de fumar ese tabaco rumano que le estaba provocando alucinaciones. Como si le leyera la mente, la nube lo miro fijo y le dijo:
-No soy ninguna alucinación y te traigo un mensaje de su majestad el Sol.
Ahora mas intrigado que asustado, Pupa se preguntaba que querría su majestad de él, un simple ratón granjero, cuya gran preocupación por esas horas pasaba por decidir si hacer de pajas o de tejas el techo de su nuevo establo.
Eligiendo muy bien sus palabras, Pupa respiro hondo y pregunto:
-¿y qué quiere el rey de un simple ratón granjero como yo?
En silencio y con gestos ampulosos, la nube buzón sacó de su interior un sobre. En la carra, el monarca de los cielos le pedía encarecidamente que fuera al rescate de todas las nubes que habían sido secuestradas por el Señor de los Vientos: el tornado.
Sin aparrar los ojos de la carta, y al mismo tiempo que miles de pensamientos atropellaban su capacidad de entender, Pupa Ie pregunto a la nube buzón:
-¿y vos como te escapaste?
-Me quede dormida - contestó la nube buzón.
Y eso fue lo que ocurrió. En vez de subir al cielo con sus compañeras, la nube buzón se echó una siesta extra en la orilla del lago.
Y hasta que Pupa no le pregunto, la nube buzón no se había detenido a pensar en la buena suerte que había tenido. Ahora reparaba en como la falta que en otras circunstancias habría terminado irremediablemente en un severo castigo, se había transformado en la única carta de salvación. En otro momento el haberse quedado dormida hubiese enojado mucho al monarca de los cielos pero en el actual, se había convertido en la esperanza de todos.
-Deja de pedirme perdón. Olvídate del asunto. Es imprescindible que busques al ratón Pupa. El es el único que puede rescatar a la nubes le había dicho su majestad.
-Y es por eso que he venido a buscarte -le dijo la nube al buzón-. Ahora ve y rescatalas.
-Pero, ¿adónde voy a ir a rescatarlas? ¿Cómo voy a hacerlo? ¿De quién voy a rescatarlas? ¡¿Y todavía no me has explicado por que debo hacerlo yo!?- pregunta un poco molesto Pupa.
Sin darle importancia al hecho de que aquel ratón le había alzado la voz, la nube buzón paso a explicarle porque decía hacerlo él.
-Así que es por eso que debo hacerlo yo - dijo Pupa, luego de escuchar a la nube buzón.
Sentado sobre un tocón de madera, Pupa miraba, a través del humo del tabaco, el río que corría colina abajo y pensaba si debía hacerlo o no. De esa manera, pasaron tres horas. Pupa se paro y sin dirigirle la palabra emprendió su camino hacia el encuentro con su destino inesperado. Sin volver a meditar, sin mirar atrás, Pupa partió a rescatar a las nubes que habían sido secuestradas por el Señor de los Vientos, furioso porque las nubes salían a hacerle compañía al Sol y se alejaban, - ¿o el las alejaba ?- de él..
-¡Van a estar conmigo aunque sea a su voluntad! - les dijo el Señor los Vientos a los elefantes, a quienes les había obligado a secuestrar a las nubes, aspirándolas del cielo con sus trampas y a encerrarlas en el pozo de los olvidos.
Y, ahí estaban los elefantes, custodiando, en la vigésima quinta noche del año, la entrada al pozo de los olvidos.
Y, ahí estaba el Señor de los Vientos, el tornado, viendo como los elefantes huían poseídos por el miedo ni bien habían visto a un pequeño ratón asomarse entre las rocas que rodeaban el pozo de los olvidos.
Contemplar las nubes y descifrar sus distintas formas. Eso Ie encantaba a Pupa.
Aunque ahora, además, solía charlar con ellas, especialmente con su amiga la nube buzón .Sin embargo, y mientras fumaba, con su pipa, su amado tabaco rumano, Pupa cayo en la cuenta de que todavía no se había decidido si hacer de pajas o de tejas el tejado de su nuevo establo.