Elsa P. Vulovic
Las remembranzas del profesor Ricardo Nervi están vinculadas con historia del Instituto Felix Fernando Bernasconi y de su gente.
Actuó allí cuando finalizaba la cada del 60. Tiempos auspiciosos para la docencia: el Estatuto del Docente había sido sancionado en 1958.
Prometía el 82 % móvil para la jubilación; la carrera por concurso; la estabilidad laboral; el gobierno de la educación por medio de las Juntas de Educación y Disciplina.
Dirigía el Instituto la inolvidable profesora Martha A. Salotti que en sus años de gestión -1958/1964- convirtió a la institución en un sinonimo del perfeccionamiento docente de las investigaciones pedagógicas.
El poeta pampeano Nervi, convertido en brillante profesor, forma parte de los que hicieron la época de oro del instituto.
Lo conocí en 1971, en uno de sus ámbitos de trabajo: la hermosa biblioteca Joaquin V. Gonzalez del primer piso donde integraba un grupo de docentes que luego se destacarían en el ámbito nacional, como la profesora Ruth Pardo Belgrano.
Ejercía la dirección general entonces una funcionaria habilísima, la profesora Irma Verissimo. Lo hizo des de 1967 hasta 1976 cuando falleció en funciones.
Figura pequeña de gran energía, Verissimo suplió la falta presupuesraria para los proyectos educativos convocando a instituciones de diferente tipo como la Asociación Argentina para Unicef o Defensa Civil de la Ciudad de Buenos Aires, a fin de proseguir el mejoramiento profesional de los docentes.
Bajo su férrea voluntad las cuatro escuelas primarias de Bernaconi continuaron la tarea de laboratorio. Aplicaron – a veces por primera vez en el país- métodos y recursos de enseñanza novedosos de otros lugares del mundo.
Aquí sobresalió Nervi, apuntalando mediante su amplia preparación, a los equipos de trabajo. Con su serena cordialidad escuchaba las dudas de los maestros, estimaba los avances, corregía los errores.
Aconsejaba siempre en forma sencilla, amena, certera. Ha quedado en mi memoria como consejero por excelencia, el promotor anónimo de muchas iniciativas.
Vaya el mentor de aquellos lejanos días, al querido profesor Nervi, mi reconocimiento y mi afecto.