Lily Sosa de Newton, presidenta de la Asociación Argentina de Lectura, integra desde el lo de junio de 1998, 1a Academia Argentina de la Historia como miembro correspondiente por la Provincia de Buenos Aires.
En el acto de incorporación leyó un trabajo sobre «Las mujeres en la conquista del desierto». Mujeres argentinas, la mayoría desconocidas, que, como otras, abrieron caminos en tiempos en que ciertas actitudes, o el acceso a actividades tácticamente vedadas, se tornaban difíciles y eran objeto de severas críticas.
Por su idoneidad en la temática, preguntamos a Lily:
¿Cuándo y cómo las mujeres, en nuestro suelo, aparecen en algunas situaciones significativas en relación con la lectura?
Aunque muchas mujeres eran iletradas pues se consideraba que solo debían ser buenas madres y amas de casa, las que sabían leer lo hacían, a veces a escondidas, deleitándose con obras que no eran precisamente las recomendadas para el sexo femenino. Sabemos, a través de periódicos de comienzos del siglo pasado, que las mujeres los leían y que, además, se reunían varias amigas para hacer una lectura colectiva, comentarlos y enviar sus opiniones al editor con la esperanza de verlas publicadas, como a veces ocurría.
Esas mujeres que tuvieron el privilegio de leer, en su niñez, ¿qué leyeron?
En cuanto a libros para niños, solo existían libros españoles y algunas traducciones del francés y del inglés, de autores que cultivaban este genero en Europa. Por ejemplo, Madame Leprince de Beaumont, autora, en el siglo XVIII, de la famosa La bella y la Bestia, que dio la vuelta al mundo. También la francesa Gyp, que publicó El pequeño Bob, y la Condesa de Ségur, que en 1864 dio a conocer otro libro muy popular, Las desgracias de Sofia, que leyeron todos los chicos de la época.
Entre nosotros, en 1869 se publico El tesoro de las niñas, del chileno José Bernardo Suárez, que utilizaba mucho material traducido de la Condesa de Segur, con lecturas moralizadoras, usado en las escuelas. También se leían traducciones de Dickens, La cabaña del tío Tom, de la norteamericana H. Beecher Stowe, y que hizo llorar a varias generaciones, algunas novelas de la española Fernán Caballero, recomendadas para niñas, y Corazón de Edmundo de Amicis.
¿Quiénes, en nuestro país, puede considerarse pioneras de la literatura infantil?
Entre nosotros, las pioneras de la literatura infantil fueron Eduarda Mansilla de Garcia con su libro Cuentos, publicado en Buenos Aires en 1880, y un cuarto de siglo después Ada María Elflein, quien comenzó escribiendo relatos en La Prensa en 1905, de índole histórica y tradicional y publicó varios libros. Ambas eran excelentes escritoras.
Muchos relatos de Ada María Elflein integraron los libros de lectura de aquel entonces, (que otras autoras pueden recordarse en esta línea de literatura escolar?
Comenzaron a aparecer, a comienzos del siglo, libros de lectura escolar, que en obra de un solo autor o, en otros casos, antologías de poesías y prosa. En aquellos años, Elina González Acha de Correa Morales publicó dos libros, Isipós e Isondú, muy buenos intentos de inducir a los chicos a leer cosas nuestras. Fue premiada en Estados Unidos, en 1904, por su obra. Carlota Garrido de la Peña, docente y escritora, tuvo la idea de hacer una versión local del libro de De Amicis y publicó Corazón Argentino en 1913, recomendado por el Consejo Nacional de Educación y que recorrió las escuelas del país con gran aceptación y varias ediciones de la conocida editorial Cabaut y Cia. Otras escritoras de este siglo se preocuparon de dar a los chicos libros que les hiciesen amar la lectura y que les brindasen temas argentinos. Delfina Bunge de Galvez, Ernestina Lopez de Nelson, Cecilia Borja y otras hicieron considerable aporte, no solo a la literatura en general sino para los chicos, que mostraban gran avidez por la lectura.
¿Cuál fue el aporte de las maestras norteamericanas venidas por iniciativa de Sarmiento?
Estas docentes de solida formación profesional introdujeron desde el primer momento los métodos utilizados en las escuelas normales de su país, tanto para la estricta alfabetización, punto esencial como otras novedades desconocidas aquí: gimnasia, higiene, música, contacto y amor por la naturaleza. Llegar a leer y escribir correctamente era tan importante como mostrar respeto hacia superiores y compañeros. El amor por los libros y el cuidado que se les debía era un principio seriamente cultivado, según referencias familiares sobre la Escuela Normal de La Plata.
¿Centraron su producción en lo didáctico?
No se conocen obras literarias de estas docentes norteamericanas, por lo menos publicadas en nuestro país. Dos de ellas escribieron libros donde relata ban sus experiencias en estas tierras que les resultaban tan extrañas. Todas ellas redactaron reglamentos y programas, como parte de la labor que se les encomendara, y sin duda dejaron proyectos de clases. observaciones e in formes, que estarán en los respectivos archivos.
Las maestras que se formaron bajo su tutela sí produjeron libros y artículos sobre temas literarios y técnicos, pero aquella enseñanza fue de un gran impacto intelectual que muchos años después aun se nota como resultado positivo de aquel viejo normalismo que revolucionara la enseñanza argentina.
Entrevistó: María Ruth Pardo Belgrano