Agosto 2010

La   bandera

*Emilio Bolón Varela (h)*

Cuando tenía nueve años tomaba el tranvía que me llevaba al Barrio de Constitución, a la casa de mi tía abuela Pepa. Una viejecita parecida como dos gotas de agua a mi abuela Teresa. Se parecía a ella pero no lo era, tenía el cabello más blanco. Sentía algo raro cuando me besaba, me confundía.

Cuando almorzábamos los domingos -antes de ir a la cancha- con mi tío abuelo Federico .la comida era igual aunque el comedor no daba al jardín y era más oscuro. En verdad yo no pensaba en esto, lo importante: es que mi tío me llevaba a la cancha.

Él tenía varias plateas que prestaba a sus amigos, todos españoles: Manrique, Pepe, Don José -su padre- y Manuel. Se reunían en un café frente a la Plaza Constitución -antes y después del partido- para hablar de España y discutir si los "cantaores" Angelillo o "El Niño de Utrera" eran uno mejor que el otro. A veces hablaban muy bajo de Miguel de Molina y yo no podía oir, Una vez traté de preguntar y pusieron una cara que nunca más lo intenté.

Recuerdo que ya dentro de la cancha -desde las plateas- se veía volar un pequeño avioncito de propaganda que dibujaba con humo en el cielo la palabra SAFAC, una yerba muy conocida por entonces.

El piloto contó en el café que desde su cabina, un lugar privilegiado para observar, se podía ver un clásico conventillo boquense como en un plano .Era un panorama imponente: en su interior, decenas de costureras, modistas, confeccionistas, madres, esposas, novias accionaban sus manos rítmicamente, dando terminación artesanal a una desmesurada bandera azul y oro. Completaban la tarea realizada con un ribeteado en hule. Desde la posición del piloto -dijo- que se la veía serpentear por el patio, desde la primera a la última pieza del inquilinato, al gigantesco emblema deportivo. Éste -luego desplegado-luciría desde los escalones más altos a los más bajos en el estadio del club de la ribera denominado "La Bombonera ".

El campeonato de 1943 había embellecido el caserío vecino al Riachuelo.

La posibilidad de un doblete en 1944 estimulaba la creatividad de la llamada:"primera hinchada".En esos tiempos los campeonatos se festejaban en las pizzerías de la zona hasta horas prudentes. Los lunes limitaban inexorablemente -por el madrugón- al pueblo trabajador.

El festejo de los "hinchas" no iba más allá de pintar las paredes con los colores del club de algunos conventillos de chapa y madera. Un rito inevitable -no por repetido menos gracioso- resultaba el casamiento de "Miss Campeonato". En la realidad eran: el tano Genaro -personaje muy conocido de la mitología teatral popular- disfrazado de novia con un traje blanco de satén y un tocado de flores, senos prominentes y mostachos afeitados. Su consorte: Don Pedrín -el fainero- personje radial de un programa cómico muy popular. Ambos se paseaban en el campo dando la "vuelta olímpica" del bracete con los jugadores del equipo campeón.

Aquel domingo el sol a pleno enmarcaba la festiva jornada deportiva. El Equipo estaba por salir a la cancha. Una señal convenida desde la salida del túnel hizo explotar el rugido de la multitud. Los jugadores suben los peldaños llegando a nivel del campo de juego. Miles de gargantas fanáticas y estampidos de cohetería perturban los sentidos pero encienden los espíritus. Es una alegría orgullosa de su pertenencia.

A contraluz nadie puede distinguir la silueta de un niño -de aproximadamente ocho años- que se había deslizado desde el almbrado, donde estaba trepado al foso perimetral totalmente lleno de agua por la copiosas lluvias de los últimos días. Bracea desesperadamente tratando de mantenerse a flote, evidentemente no sabe nadar. Nadie repara en él, solamente un hombre mayor de cabello plateado hace visera con la mano y grita desde la tribuna de socios:

-¡Miren...ese niño se está ahogando!...!Pronto...ustedes....desenrollen la bandera grande!!Más...más,,,! !Arrójenla al foso!...

La bandera -hoy estrenada- costeada con grandes sacrificios por todos-por fin llega al niño semisumergido ya casi tapado por el agua. El pibe se aferra a ella con el resto de sus fuerzas.

-¡Ahora!...enrollen la bandera!! Súbanlo, grita imprevistamente el hombre del cabello plateado!

Lentamente el larguísimo paño va subiendo llevando al pibe Natalio prendido de él. La bandera flamea al viento, su cuerpecito también. Mientras sube se bambolea varias veces, parece que se va a ir volando al cielo que tienen los niños, pero no. Por fin llega al primer piso. La gritería general tiende puentes solidarios hacia él. Los jugadores detenidos en sus carreras aplauden.

Los ojos del niño que han permanecido cerrados durante su remontar de barrilete: parpadean y finalmente se abren. Su mirada contiene la belleza del agradecimiento.

Sonríe a  la luz como un recién nacido sin llorar. El hombre del cabello plateado lo envuelve para que no se enfríe. Luego lo monta sobre sus hombros. El niño está feliz. Nuevamente el grito inexpugnable de Campeón perfora el cielo azul y oro de la barriada.

por Asociación Argentina de Lectura