Diciembre 2009

Fernando Del Rio

Siempre los libros de Julio Verne (o Jules Verne, tal su verdadero nombre) evocan travesías y aventuras fantásticas por tierra, mar o aire. También, se asocian con este autor imágenes de submarinos, helicópteros, naves espaciales o globos aerostáticos.

Es que, precisamente, este escritor francés, ha sido considerado (junto a H.G. Wells) por muchos como el fundador de la moderna literatura de ciencia ficción. El precursor de autores como Ray Bradbury, Isaac Asimov o Arthur Clarke, que enriquecerían posteriormente con su obra este género.

Su avanzada visión sobre el futuro, así como también su inagotable curiosidad por los temas científicos lo llevaron a predecir en sus libros la aparición de productos generados por el avance tecnológico del siglo XX e impensables para su propia época. Así, vemos en su prolífica obra, referencias a submarinos, cohetes espaciales, helicópteros, aire acondicionado, misiles dirigidos, rayos X, fax y televisión.

La obra de Verne despertó vivamente el interés por la ciencia y los inventos en el siglo XIX. Es el mejor exponente del entusiasmo por la revolución tecnológica e industrial de ese siglo. No debe olvidarse que Verne era contemporáneo de figuras del ambiente científico como Darwin, Mendel, Pasteur, Hertz, Humboldt y Roentgen.

Primeros años, primeros viajes, primeros relatos…

Nació en Nantes, Francia, en 1828. Era el mayor de cinco hijos. Su padre, Pierre Verne, procedía de una familia vinculada a la jurisprudencia y su madre, Sophie Allotte de la Fuÿe, pertenecía a una familia de militares. En 1839 ingresa en el colegio Saint-Stanislas donde demuestra su talento en geografía, griego, latín y canto. Cuando terminó su primer ciclo de estudios su padre le regaló a él y a su hermano Paul, una pequeña embarcación de vela con el que planearon descender por el Loira hasta el mar. Sin embargo, Jules declinó al momento de emprender la aventura ya que había sido suficiente la planificación del viaje.

Numerosos biógrafos aseveran que en ese mismo año 1839, cuando Jules tenía once años, se escapó para ser grumete en un barco mercante que viajaba a India llamado Coralie, con la intención de comprar un collar de perlas para su prima Caroline (de quien estaba enamorado), pero su padre alcanzó el barco y logró bajar a Jules. Y que a partir de ese frustrado viaje, empezó a escribir historias. Sin embargo, lo que realmente despertó el interés por escribir fue cuando escuchaba maravillado las anécdotas que le contaba su maestra sobre su marido marinero. A esto se sumaban su afán de coleccionista de artículos científicos que leía con fervor y su frondosa imaginación.

Además de la ciencia, Verne estaba interesado también en la poesía. En 1846 regresa del Liceo Real de Nantes con muy buenas calificaciones. Comienza a escribir prosa.

Al año siguiente, inicia sus estudios de derecho en París y escribe una obra de teatro: Alejandro VI.

El año 1848 es importante en la vida del escritor. Conoce a buena parte de la intelectualidad de la época: Víctor Hugo, Eugenio Sue y consigue, gracias a su tío, la amistad y protección de los Dumas (padre e hijo). El primero, particularmente, tendrá una profunda influencia tanto en lo personal como en lo literario.

En 1849 obtiene el título de abogado, pero no sigue la tradición familiar, ya que no ejercerá la profesión ni volverá a Nantes, pese al pedido de su padre. Jules insiste en su decisión de convertirse en un profesional de las letras. Todo su dinero lo invierte en libros y pasa largas horas en las bibliotecas de París, buscando satisfacer esa inquieta curiosidad sobre temas científicos y tecnológicos. Es por esto que la relación con su padre se endurece: éste deja de financiar los gustos y gastos de Jules.

En 1850 escribe una comedia ligera, Las pajas rotas, que logra estrenar en París gracias a Dumas. Sigue publicando varias obras teatrales, libretos para operetas de moda y novelas cortas, con éxito irregular. Recomendado por Dumas, se desempeña como secretario del Teatro Nacional de París. El trabajo interminable, la mala alimentación y el poco sueño le ocasionarán serios trastornos digestivos que lo acompañarán de por vida, así como también una parálisis facial.

Es así que Verne, por esta época, decide concebir una literatura científica, nutrida de los avances, e inventos del siglo y cristalizada en relatos de aventuras. Épicas travesías de hombres que luchan contra la adversidad de esos ambientes hostiles y desconocidos que se resisten a ser explorados.

En 1856 conoce a Honorine de Vyane, con la que se casa al año siguiente, traicionando la causa de su grupo de amigos misóginos denominado “Los Once sin Mujer”, y con quien intenta encontrar la estabilidad emocional que le falta. Gracias a que su padre (luego de una larga discusión) accede a darle 50.000 francos, se establece en París como agente de bolsa, pero las cosas no van bien.

La vida matrimonial le desespera: siempre que puede escapa a sus deberes de esposo. Viaja en barco a Escocia y más tarde, a Noruega y Dinamarca. Cuatro años después abandona a Honorine, quien por entonces daba a luz a Michel, el único hijo del matrimonio Verne.

Los viajes extraordinarios

En 1863 publica Cinco semanas en globo (que empezó como un relato descriptivo de África), que constituye el primero de sus Viajes extraordinarios. La serie, que abarca casi cuarenta años y cerca de sesenta obras, incluía títulos como Viaje al centro de la Tierra (1864), De la Tierra a la Luna (1865) y Los hijos del capitán Grant (1867).

Cinco semanas en globo fue un éxito impresionante y tuvo como consecuencia un importante contrato con su editor P. J. Hetzel que garantizaba al joven e inexperto novelista (tenía 35 años cuando publicó su primer libro) la cantidad de 20.000 francos anuales durante los siguientes veinte años, a cambio de lo cual Verne estaba obligaba a escribir dos novelas de un nuevo estilo cada año. Este contrato fue renovado por Hetzel y luego por el hijo de éste, con los cual los Viajesextraordinarios aparecerían a lo largo de cuarenta años, como capítulos mensuales en la revista francesa Magasin d’education et de récreation.

  • Ilustraciones interiores de la primera edición de “Cinco Semanas en Globo” (1863). Obras de Henri de Montaut y Eduard Riou.*

Los numerosos viajes por Europa, África y América del Norte y su entusiasmo por la revolución tecnológica e industrial, lo convierten en un especialista de los relatos de aventura de corte científico. Su dominio de la tensión dramática le permitió combinar situaciones inverosímiles y momentos poéticos en una prosa ligera y amena.

Inmediatamente comienza la redacción de Viaje al centro de la Tierra, estudiando geología, mineralogía y paleontología. Las detalladas descripciones de animales antediluvianos maravillan a los expertos, poniendo de manifiesto su extraordinaria intuición científica y su mirada visionaria.

De la Tierra a la Luna, su tercera gran obra, despierta tal entusiasmo por los viajes espaciales que su despacho se inunda de cartas solicitando reservas para el próximo viaje lunar.

Esta historia del viaje a la Luna está dividida en dos partes: De la Tierra a la Luna y Alrededor de la Luna. En la novela de Verne se pueden encontrar similitudes con el primer y verdadero viaje a nuestro satélite natural: el que realizó la nave Apolo 8, en 1968.

Por ejemplo: en la nave viajan tres astronautas, despegan del estado de Florida, demoran 150 horas en llegar a destino, no aterrizan sino que dan varias vueltas en órbita alrededor de la Luna y luego regresan a la Tierra. Otra coincidencia: Estados Unidos es el impulsor y organizador de tan titánica travesía. Esto es otra muestra de la visión anticipada que tenía Julio Verne sobre los avances científicos.

Con el mismo interés fue recibida La vuelta al mundo en ochenta días, publicada por entregas, cuyo éxito fue tal que se llegaron a cruzar apuestas sobre si Phileas Fogg, "el hombre menos apresurado del mundo", lograría llegar a la meta en tan breve tiempo.

Una aventura bajo el mar y otras obras

1869 es el año en que publica uno de sus libros más emblemáticos: Veinte mil leguas de viaje submarino.

El relato de Verne se inicia cuando una fragata americana parte en busca de un monstruo marino de extraordinarias dimensiones al que se le atribuyen múltiples naufragios. El monstruo aparece, se precipita sobre el barco expedicionario y derriba, llevándose en su espinazo al naturalista Aronnax, a su fiel criado Conseil y al arponero Ned Land.

No es un monstruo: resultará ser un enorme submarino, el Nautilus, en el cual los tres hombres pasarán cerca de diez meses hospedados por el enigmático capitán Nemo, artífice del invento. Visitarán los tesoros sumergidos de la Atlántida, lucharán contra caníbales y pulpos gigantes y asistirán a un entierro en un maravilloso cementerio de coral.

Nemo, hostil, solitario e iracundo, no tardará en revelarse como un rebelde, envuelto en el misterio de una identidad principesca y una pesadumbre tenebrosa. Se ha señalado más de una vez que Nemo es un personaje que simbolizaría al propio Verne. ¿Por qué?

Porque ambos viven encerrados, solos e incomprendidos. El primero en su coraza de acero, el segundo en la burbuja de su gabinete, ambos refugiados tras el disimulo y el secreto. Del mismo modo que Verne dejó sorprendidos a todos los que lo conocían cuando se presentó a unas elecciones municipales en Amiens por una lista de extrema izquierda, iniciando una veta política en su vida y al igual que el capitán Nemo, quien lucha por la liberación de los pueblos oprimidos y detesta a la convencional colectividad que lo persigue…

Entre las obras que continuarán su extensa producción literaria se pueden mencionar también: Las aventuras del capitán Hatteras (1866), La isla misteriosa (1874), la ya nombrada La vuelta al mundo en 80 días, Miguel Strogoff (1876), Un capitán de quince años (1878), Las tribulaciones de un chino en China (1879), El faro del fin del mundo (1881), Los viajes del capitán Cook (1896) y La esfinge los hielos (1897), entre otros numerosos títulos que superan el medio centenar.

Últimos días del viaje…

En 1879 compró un pequeño yate, al que bautiza «Saint Michel» en honor a su hijo, con quien siempre mantuvo una relación tormentosa. A bordo de esta embarcación recorre el Mediterráneo. A su regreso marcha a residir a la ciudad de Amiens, para dedicarse a la actividad política. Durante los dos años siguientes continúa viajando: recorre Irlanda, Escocia y Noruega (1880) Inglaterra, el Mar del Norte y el Báltico (1881).

El 9 de marzo de 1886, caminando de regreso a su casa, sufre un accidente: su sobrino Gastón, de 25 años, con quien llevaba una cordial relación, le disparó con un revólver, sin razones claras, hiriéndolo en la pierna izquierda, lo que le ocasiona una cojera de la que no se recuperaría.

En marzo de 1905, enfermo de diabetes desde hacía años, Julio Verne muere en su hogar. Fue enterrado en el cementerio de La Madeleine, ubicado al noroeste de Amiens, en cuya tumba se representa a Verne emergiendo del sepulcro. Su hijo Michel supervisó la publicación de sus últimas novelas La invasión del mar y El faro del fin del mundo. La serie Viajes extraordinarios continuó durante un lapso prolongado al mismo ritmo de dos volúmenes al año.

La bitácora de Julio Verne.

En 1863, Verne había escrito una novela llamada París en el siglo XX acerca de un joven que vive en un mundo de rascacielos de cristal, trenes de alta velocidad, automóviles de gas, calculadores y una red mundial de comunicaciones, pero que no puede alcanzar la felicidad y se dirige a un trágico fin. Su editor, Hetzel, pensó que el pesimismo de esta novela dañaría la promisoria carrera del gran novelista francés y sugirió que esperase veinte años para publicarla. Éste puso el manuscrito en una caja fuerte, donde fue «descubierta» por su bisnieto en 1989 y publicada en 1994.

De las novelas de Jules Verne, 33 han sido llevadas al cine, dando lugar a un total de 95 películas, sin contar las series de televisión. Miguel Strogoff es la obra más veces adaptada al cine, seguida de Veinte mil leguas de viaje submarino (9 veces) y Viaje al centro de la Tierra (6 veces).

Todo esto hace que su legado cobre vigencia, se fortalezca y se renueve en los filmes y obras de teatro. Julio Verne es siempre un autor al que se puede volver una y otra vez, no importando la edad del lector.

Él mismo estaría maravillado de los avances tecnológicos de nuestros días. Con esa clara visión anticipatoria, sigue siendo un adelantado al pensamiento de su época. Alguien que, aún en su adultez, no dudó en dejarse llevar por los senderos de esa imaginación que lo acompañó desde niño…

Por eso, no deberíamos perder la curiosidad, la imaginación, el no dejar de sorprenderse como lo hizo Julio Verne a lo largo de su vida. Su obra es un placentero y vertiginoso viaje a la vez, hacia ese mundo olvidado de nuestra propia niñez…

Links de interés:

por Asociación Argentina de Lectura