Agosto 2009
Liliana J. Suetta
Dedicada durante cuarenta años a la educación en los distintos niveles de la educación formal, sentí desde hace un tiempo la necesidad de prestar una especial atención a los adultos no escolarizados, es decir a aquellos que no aprendieron nunca a leer y a escribir o también, y tal vez en forma especial, a aquellos que por distintas razones desertaron del sistema. Fue siempre como una asignatura pendiente en el largo tiempo de trabajo. Esto que comenzó como una acción de compromiso social tratando de brindar una nueva oportunidad a quienes se les había negado, pronto se transformó también en un desafío teórico. En este aspecto me surgieron algunos interrogantes -a partir de tomar contacto con diversos materiales de los Programas de Alfabetización- tales como:
Con este cúmulo de preguntas comencé a indagar dónde y cómo poder satisfacer tanta curiosidad y los deseos de ayuda. Fue así que, vinculada a la Congregación de Madres Escolapias, conocí que la Comunidad llevaba adelante Colegios en Capital y en diversas provincias del país, varios de ellos situados en barrios muy carenciados. Compartí con las Religiosas esta preocupación y mi deseo de llevar adelante un Proyecto que incluyera inicialmente a dos Comunidades: Pampa de los Guanacos, en Santiago del Estero, y el Barrio Villa Urquiza, en Ciudad de Córdoba. Por dificultades ajenas a la tarea -epidemia de dengue en el norte del país- no pudo comenzarse el Proyecto en Santiago del Estero, por lo tanto, comenzamos sólo en Villa Urquiza, Córdoba.
El primer paso fue conformar un equipo de trabajo, porque debido a la distancia que me separa del lugar -yo vivo en Buenos Aires- no podría trabajar personalmente durante el desarrollo de todo el proyecto. El equipo se conformó con la Directora del Nivel Primario de la escuela y una docente. Mi función consistió en instalar el proyecto y dar los lineamientos acerca de cómo encarar el trabajo basado en la teoría de Emilia Ferreiro en lo relativo a la alfabetización de niños, pero teniendo muy presente, al tratar de dar respuesta a los participantes, los interrogantes señalados. Estas dos cuestiones fueron las que me dieron elementos para delinear algunos aspectos metodológicos. Sin embargo, la propuesta inicial tuvo que ser rápidamente modificada de tal modo que, antes de viajar, propuse se realizara una entrevista con los interesados y de allí surgió un grupo muy motivado por la oferta, pero con diferencias muy significativas en cuanto al nivel de adquisición de la lengua escrita.
El grupo se formó con:
una señora de 70 años; analfabeta absoluta, motivada para el aprendizaje por su nieta y su nuera;
una señora de 50 años, ama de casa, capaz de escribir palabras y frases porque siendo analfabeta absoluta aprendió a escribir y a leer acompañando los aprendizajes de sus hijos, que hoy tienen 30 y 16 años;
un señor de 54 años, que está alfabetizado por docentes a las que recurrió por su necesidad de aprender para poder trabajar; un hombre con una voluntad y un entusiasmo que resultan admirables;
una joven de 29 años que, según ella, cursó hasta sexto grado pero tuvo que dejar porque quedó embarazada. A pesar de su escolarización -ella sólo pidió ayuda en operaciones matemáticas (división y multiplicación)- presenta mucha dificultad para operar, cuenta con la ayuda de los dedos. Lee también con dificultad. Es difícil suponer que haya aprobado cinco de los seis grados que forman el nivel primario en Ciudad de Córdoba. Por la razón que haya sido, la salida del sistema y el paso del tiempo la han convertido en una analfabeta funcional.
Con la señora mayor -analfabeta pura- se comenzó a trabajar con su nombre y apellido con dos intenciones simultáneas; la primera, que empezara a escribirlo para, por ejemplo, poder firmar. La segunda, para comenzar a reconocer sílabas y letras que le permitieran formar nuevas palabras. Esta señora presenta muchas dificultades que se infiere son motivadas por su total aislamiento de la cultura letrada, pero además con una autoestima bajísima que la limita para realizar las adquisiciones que se le proponen. El ritmo es muy lento y tal vez con una ejercitación repetitiva que le ayude en la fijación, podrá avanzar en su proceso.
El caso de la otra señora -aprendió a la par de sus hijos- permite instalar una hipótesis de trabajo con los adultos. La motivación, sus ansias de aprender favorecieron indudablemente el aprendizaje. En este caso el estímulo que para ella representaba apoyar a los hijos fue el elemento que le permitió aprender. Aquí la dificultad es el proceso de lectura: conoce las letras, sabe escribir palabras y hasta oraciones pero no se pudo observar que pudiera realizar una lectura comprensiva; es indudable que realizó un aprendizaje muy repetitivo. La lectura, proceso individual que necesita el acceso a fuentes como libros o revistas, no se realizó de la misma forma que la escritura.
El señor que asistió a clases particulares donde se le propuso cierto grado de sistematización, demuestra un buen nivel de escritura, pero dificultades en la lectura.
Lo observado en estos participantes permite intentar algunas conclusiones que podrían ser el inicio de nuevas indagaciones: