Diciembre 2008
Entrevistó:María Ruth Pardo Belgrano
La lectura de fragmentos de un artículo de Hacia una lectura sin adjetivos, publicado en el Boletín Nº 43 de AULI (Asociación Uruguaya de Literatura Infantil-Juvenil), que me llegara por gentileza de la Dora Sylvia Puentes de Oyenard, me interesó por su aporte a la crítica literaria, en especial la atinente a la Literatura infantil y juvenil, y por los conceptos, expuestos con idoneidad y sin rodeos.
- No todos nuestros lectores han podido leer tu artículo, ¿por qué una literatura sin adjetivos?
El título y el concepto dialogan con aquel ensayo de Juan José Saer que se titula Una literatura sin atributos. Allí donde él pensaba en “lo latinoamericano”, yo he querido pensar en “lo infantil”. Así me pregunto acerca de ciertas designaciones – el adjetivo infantil, por ejemplo- que deberían ser apenas informativas o secundarias pero que se convierten en categorías que funcionan a expensas del sustantivo –literatura, en este caso-. En fin, que muchas veces hay mucho más de infantil que de literario en nuestros libros para niños.
- ¿Se trata de una problemática agravada a nivel nacional o también se evidencia en otros países?
No conozco a fondo el caudal de este tipo de literatura en otros países. A menudo, lo que a uno le llega de otras latitudes, así como de otras épocas, está decantado, ya ha pasado por algunos cedazos. No nos llega todo, nos llega en líneas generales –es de suponer- lo de mayor calidad o lo más leído o lo que aporta algo nuevo. También así, imagino, ha de ir nuestra literatura a otros sitios. De ese modo nosotros hablamos de la literatura del siglo XIX o comienzos del XX y nombramos a Pinocho o Alicia o Salgari o los libros de Twain, por dar algunos ejemplos, pero esa, claro está, no es toda la literatura de esa época sino la mejor, la que pasó por varios cedazos y llegó a nosotros elegida y decantada por el tiempo. Amor escribe y tiempo lima decía, creo, Lope de Vega. Por eso es tan importante la calidad de lectura que puedan tener los mediadores y los especialistas y por eso es tan importante la valentía de defender las lecturas en las que creemos, aún a expensas de otras que se han instalado y circulan.
- ¿Por qué una separación, a veces drástica, entre literatura para chicos y literatura en general?
Hay cuentos o poemas que son para niños o para adultos según el trabajo de edición que se haga de ellos. Por ejemplo, un poema de Quevedo, de William Carlos Williams o de Baldomero Fernández Moreno pueden ir a parar a un libro para niños editado por Media Vaca. Un cuento de Yourcenar, incluido en Cuentos Orientales, puede convertirse en un libro para niños editado por Alfaguara. Hay libros para adultos que de ningún modo pueden ser leídos/comprendidos/disfrutados por un niño, pero los buenos libros para niños casi siempre nos causan alegría, conmoción o genuino interés también a nosotros. Todo esto no quita que a los niños puedan gustarles libros que a nosotros no nos gustan. La lectura incluye todas las posibilidades. Pero eso sí, los buenos libros, son libros que a la hora de leerlos se sostienen por sí mismos, más allá del nombre del autor, de la colección en la que están y de la 1ambarria comercial.
- Para las editoriales, ¿no cuenta la calidad?, ¿prima la venta masiva?
Los editores quieren y necesitan vender los libros que hacen. Esto es así y está muy bien que así sea. La idea es entonces que vendan bien con buenos libros. Creo que se puede sostener la industria editorial, con buenos libros. Para eso hace falta el crecimiento de la crítica, espacios de reseña que ayuden a un lector común a conocer y a elegir, hace falta que los escritores se ocupen de escribir y no de fabricar libros, y hace falta sobre todo crecer en cantidad pero también en calidad en lo que respecta a la formación de lectores. Los editores dejarán de editar lo que es de mala calidad, cuando los lectores dejen de comprar esos libros.
- ¿La modas temáticas también son producto de imposiciones de mercado?
El mercado es una abstracción de la que formamos parte y en consecuencia con eso, creo que todos –editores, escritores, ilustradores, especialistas, mediadores, organizaciones específicas y Estado, incluyendo dentro del Estado la institución Escuela- tenemos nuestra cuota de responsabilidad en la construcción del mercado. En cuanto a las modas temáticas y otras tantas modas, son producto de asociaciones más o menos espontáneas de sectores e intereses. Tal vez el Estado y la escuela piensan en ciertos contenidos necesarios y entonces hay editoriales que consideran que pueden fabricar productos acordes a esa necesidad. Se hace funcionar a la literatura como un producto factible de ser seriado y resulta que los libros no son sólo eso, los libros participan sólo parcialmente del destino de los frascos de mermelada o las remeras. Porque la literatura es un tipo de escritura que se resiste a la fabricación en serie, a la repetición automática. Claro que no habría problemas con las modas ni con los temas si a la hora de elegir un libro para acercarlo a un grupo de chicos pensáramos menos en la temática y más en la calidad del libro y en su capacidad de conmovernos, asombrarnos o incomodarnos a nosotros mismos. En fin, que donde hay buenos lectores mediando tenemos ganadas ciertas garantías.
- ¿Y las ediciones estatales?
Las ediciones estatales son muy interesantes y de altísimo valor para una sociedad, a la hora de rescatar autores y producciones que de otro modo se perderían para siempre. Y en tal sentido creo que el Estado debe estar allí donde no está el mercado, editando a contracorriente lo que ningún editor editaría porque no es redituable, y sin embargo es tan necesario. Ese es creo yo el sentido de las ediciones estatales. En cambio, en lo que hace a la literatura infantil, se ha puesto de moda editar unos cuadernillos con textos fragmentados o antologías para niños o jóvenes y ahí no estoy de acuerdo, para nada estoy de acuerdo, muchas veces porque no comparto los criterios de selección de los textos que se incluyen, pero sobre todo porque considero que si queremos incluir a un niño en el mundo de los libros debemos darle la posibilidad de leer lo que otros niños que pueden comprar en librerías, leen. Sólo así, accediendo a los mejores libros que circulan en nuestro país, podemos hablar de verdadera inclusión de un niño al mundo de los libros. De no ser así, esa inclusión es una nueva forma de exclusión. Es por eso y en ese sentido que considero más eficaz que el Estado compre libros que se editan en el país, libros que hacen los editores en lugar de convertirse él en editor sustituto, pero eso sí, que compre con trasparentes y muy conscientes mecanismos de selección, con el contralor de referentes en los que la sociedad confía, atendiendo a la calidad por sobre todo, pero también a la diversidad.
- ¿El autor que crea sin imposiciones, “ un escritor diferente a otros escritores”, según tus palabras, es un Quijote, un marginado?
No, ningún Quijote. Apenas un trabajador honesto. Un escritor diferente de otros escritores es justamente eso: un escritor. Si se es igual a muchos, entonces ya estamos fuera de la creación que reclama en sí misma el trazo personal. Por otra parte, no creo que se escriba sin imposiciones, creo que la escritura que hacemos es el resultado de nuestra negociacióninterna con muchos factores de presión y de imposición. Y creo que lo que hacemos, cuando es verdadero, es el resultado más o menos airoso de nuestra batalla con toda esa serie de circunstancias en las que estamos inmersos.
¿Se puede publicar con la sola presentación de la obra aunque ésta no responda a los intereses editoriales, de mercado o mediáticos?
Sí puedo, porque tengo un cuerpo de lectores que me sostiene. Un escritor vive si tiene una cantidad de lectores que se ha ganado y lo siguen de un libro a otro. Y yo los tengo desde hace tiempo. He tenido más fácilmente a esos lectores que espacios editoriales, y han sido esos lectores reclamando por mis libros los que han hecho que se me dieran en su momento ciertos espacios, los que han hecho, por ejemplo, que hace unos años Stefano, que había sido descatalogado, se reeditara. Tengo más espacios editoriales que obras para ofrecer, me lleva mucho tiempo escribir algo que me guste.
- Y la crítica, ¿qué papel desempeña?
Un papel central, porque puede orientar la lectura hacia zonas que aún están opacas, poner un poco de luz en ciertos libros que merecen ser leídos y señalar la mentira y el oportunismo ahí donde ellos están.
Como cierre, ¿qué les dirías a nuestros lectores y más si son padres, docentes, bibliotecarios?
Les diría eso, que lean. Que lean y confíen en lo que un libro verdaderamente les dice, que confíen más en eso que en cualquier otra cosa.