Mayo 2008
Mayo 2008



El taller literario: una alternativa de aprendizaje creador

Hebe Solves


Fragmento:

Trabajo y juego


En el juego dramático, el niño imita la actividad del adulto, que es productiva (más allá de su valor económico), porque está dirigida a la sociedad y esta misma sociedad la justifica, enmarcándola en determinadas reglas. En este juego dramático imitativo, típico de los tres a los cinco años, van siendo traspasadas normas, de generación en generación, en una suerte de autoaprendizaje voluntario que el niño lleva a cabo por sí mismo y con sus semejantes.


La pedagogía actual reconoce el valor casi absoluto de la autodidaxia (autopóiesis) en el proceso educativo, aun el sistemático. De la misma manera, se sabe que esa capacidad de autoformación del ser humano se manifiesta plenamente en el juego y allí se origina.


Pero la imitación lúdica, tan gozosa, es gratuita: el juego se desvanece sin tener ni requerir destinatario alguno. En cambio, cuando el niño comienza a valorar el producto del juego y lo expone a consideración del adulto y otros niños, ya está explorando una nueva actitud: la del productor, la del creador. Por un lado, el juego comienza a transformarse en deporte. Exige público y las reglas establecen un sistema jerárquico de valores y destrezas, que da lugar a la competencia y a la cooperación.


El juego profesional es un trabajo, un deporte. El deporte constituye una forma importante de iniciación al trabajo en nuestra sociedad: disciplina, exigencia, superación de aptitudes, conocimientos, normas...


Pero el juego dramático, aquel juego solitario que permitía que el niño fuera incorporando modelos, conductas, creencias y valores del mundo adulto a medida que simbolizaba sus vivencias... ¿cómo se transforma a lo largo del crecimiento? Pareciera que su camino natural es la 1a función creativa de la imaginación, desplegada en la artesanía y las diferentes expresiones artísticas.


Así como los encuentros escolares de fútbol o de ajedrez no buscan formar profesionales, tampoco los talleres de arte persiguen la formación de artistas. Pero inician al niño, al joven y al adulto en este pasaje del juego dramático a la contemplación activa y participativa de las obras de arte, lo alfabetizan en la multiplicidad de lenguajes y en la pluralidad de sentidos y, finalmente, lo disciplinan en la discriminación de aquello que llamamos cultura y que constituye el conjunto de prácticas sociales de una época dada, transformándolo en un protagonista.


El taller literario es una oportunidad de aprendizaje de la escritura y el uso de la comunicación textual que recupera la capacidad lúdica de lo literario y acompaña, al mismo tiempo, el recorrido personal de esos aprendizajes. Considero que el contexto del taller es un ámbito específico, muy distinto de la clase tradicional de lengua, de redacción, de lectura o de literatura.

El contexto de comunicación

“Habla una vez un señor que escribía cuentos. Una mañana se levantó, se sentó a su escritorio, y dijo: -Hoy escribiré un cuento precioso y comenzó: "Habla una vez... una vez habla... habla una vez..." pero no podía seguir porque nada se le ocurría.

(De "Un cuento muy blanco", de Beatriz Doumerc)

Supongamos que hemos hablado con un grupo de alumnos que desea participar de un taller literario. Los invitamos a reunirse en un lugar determinado (un rincón del aula, del club, un salón, una casa, una biblioteca). Les pedimos que se sienten en rueda... y ya en ese momento cada uno de ellos estará ante una “página en blanco”, un espacio desconocido que no dice nada y donde él tiene que intervenir, “ponerse”, como cuando tiene tiempo de sobra e inventa un juego.


Y así, sin darse cuenta y con la expectativa del silencio, tensa, estará fantaseando y jugando imaginariamente con alguna idea, una palabra, una imagen, como el señor del cuento que quería escribir un cuento: Había una vez... una vez había... Porque literatura es juego y es relato de un acontecimiento, es una suerte de monólogo interior como el que caracteriza a los niños de seis y siete años y en ese monólogo –que adivinamos pero no conocemos- se produce lo insólito, lo diferente, el deseo se expresa.


Por nuestra parte, cuando formamos la rueda, sin hablar, suspendemos todo discurso práctico, utilitario, y entramos en una dimensión donde las palabras harán que sea posible lo que no es inmediato, lo no dicho. Entonces comienza el juego. Cuanto más blanca llegue a ser la página de la mente, tanto más pronto la repetición de las palabras obrará como una percusión rítmica, un llamado, una energía que invita a ponerse en movimiento. Y esto sucederá a los niños, a los jóvenes y a los adultos, por igual, porque todos tenemos la experiencia del juego verbal, del fantaseo. Es el docente el que debe sostener esa expectativa, sin intervenir, sin dar consignas antes de tiempo, sin contaminar ese silencio con sus palabras.


Las nanas, adivinanzas y rondas tuvieron al niño acostumbrado a los juegos de palabras donde, como en el caso del cuento del que quería escribir un cuento, lo único que va cambiando es la disposición, el ordenamiento: había una vez, una vez había, había una vez. Obviamente, el señor que “quería escribir un cuento" es el personaje-narrador. No interesa cómo se llama, pero es importante que los alumnos se pongan en el lugar del narrador-escritor: Narrador es el que habla, el que dice.


En el taller literario, la página en blanco es el espacio vacío que queda entre los componentes de un grupo cuando se ponen en círculo y se hace el silencio. ¿A quién le toca hablar? En la comunicación diaria, lo primero que está pautado es quién tiene que hablar y hasta qué deberá decir (o por lo menos qué se espera que diga).


Por el contrario, en la experiencia del taller es muy importante vaciar los vínculos establecidos para que pueda producirse una comunicación diferente, fundada en la imaginación y en la multiplicidad de sentidos, en lo posible y aun en lo imposible, más allá de la realidad cotidiana. La comunicación oral con el docente deberá ser distinta para dar entrada al juego inicial y favorecer la actitud lúdica que requiere la expresión creadora.


Sabemos que cuando la clase está dispuesta de modo tradicional, se produce una multitud de emisiones simultáneas y unidireccionales donde el que enseña es el centro emisor y los alumnos los receptores. Son roles fijos que crean un pacto al que acceden los chicos con bastante dificultad. Ellos están preparados para la comunicación uno a uno, cara a cara, las miradas que se cruzan. En la clase, la atención exclusiva del adulto debe compartirse con muchos otros.


Hay tantos diálogos como alumnos, aunque sólo se "realizan" o producen efectivamente de a uno por vez (con suerte). Los alumnos no se miran entre sí, ni se hablan, salvo cuando cometen una infracción.


En los encuentros de taller –o en situaciones de clase activa- este esquema es reemplazado por otro en el cual cada pequeño grupo se relaciona entre sí y, a su vez, con el docente.


Sin embargo, en el taller es conveniente abrir la rueda, que todos se enfrenten con todos, que puedan mirarse a la cara, sentir su presencia. Por esto, propongo reunir a los integrantes del taller en círculo, y lo considero una norma casi fija, como primer tiempo de taller.


Cuando el maestro o el profesor ocupa una posición diferencial: dicente, es el que "habla", el origen de la comunicación, elije el tema, el tono y la modalidad de discurso. Por el contrario, en el esquema circular, la comunicación deja de ser radial y se produce un diálogo en estrella precedido por un silencio sintomático, un instante de alerta y tensión: vacío, silencio, expectativa. Cualquiera de los integrantes del círculo podría ser "puntero" e iniciar la comunicación, todos están en condiciones de adueñarse de la palabra. No hay orden jerárquico fijo.


Estamos ante “la página en blanco” de nuestro personaje. Basta observar, en el círculo, cómo las miradas comienzan a desplazarse, errantes, entre todos, aunque alternativamente unos y otros sigan mirando a ratos al coordinador fijamente, esperando una palabra que los guíe. Llamamos a esta situación "comunicación en estrella".


Como sabemos, la situación comunicacional es estudiada por la pragmática, una de las especialidades de la lingüística (como la fonología, la sintaxis o la semántica). En los últimos años, especialmente, se ha reconocido la importancia del enfoque situacional -que aporta la pragmática-, para el proceso de aprendizaje, donde la comunicación juega un papel no siempre reconocido.


Muchos problemas de aprendizaje podrían ser el efecto de una situación comunicativa paradojal, de doble mensaje, de lectura confusa y conflictiva. Tal vez por ello el taller literario, dentro de la institución escolar, podría ser una modalidad alternativa válida para regularizar muchos problemas de aprendizaje originados en dificultades comunicativas.


Por mi parte, el fundamento teórico de la didáctica del taller literario que presento fue construido y experimentado a propósito de las experiencias realizadas con distintos grupos de talleres. La investigación de las prácticas me permitió elaborar nuevas propuestas y explorarlas, teniendo en cuenta los aportes teóricos de la lingüística del contexto, que ha asimilado y enriquecido corrientes de pensamiento anteriores, provenientes no sólo de la lingüística, pragmática incluida, sino, también, del análisis literario, de la filosofía del lenguaje, de la psicolingüística, la sociolingüística, la fenomenología y la estética.


La síntesis de estos aportes me incita a insistir en un planteo didáctico en el cual las situaciones de aprendizaje tienen más relevancia que las actividades o ejercicios; y la metodología que propongo va a discriminar los "pasos" de la clase o encuentro de taller, no como una ejercitación determinada con obtención gradual de logros y conocimientos, sino como la realización de un "estilo" de comunicación, capaz de provocar la energía creadora, la confianza y la libertad necesarias para que la llamada "competencia " verbal textual se manifieste, se acreciente y recree, en el plano de la comunicación escrita, con la fluidez, la producción de sentido, la expresión creadora y la espontaneidad de la comunicación oral en la vida cotidiana.


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Hebe Solves

El primer capítulo del libro sobre el Taller Literario al que pertenece este fragmento está disponible en el blog de la autora:

www.hebesolves.blogspot.com

Así mismo, para cualquier otro pedido de información o para solicitar el envío de la obra digitalizada, escribir a

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o por teléfono, al 054-011-4813-2084


por Asociación Argentina de Lectura