"El artefacto cambiará muy pronto. No sabemos exactamente cómo, pero mi sensación es que con el papel electrónico y la tinta electrónica, la gente va a preferir un conjunto de páginas enmarcadas. Esa interfase, de ir pasando las páginas, es mucho más preferible que un largo scroll. La diferencia es que ese libro será mutable, podrá soportar cualquier contenido. La experiencia de tener un libro en las manos va a seguir. Es tan perfecta que no creo que sea reemplazada."
Kevin Kelly
Se sabe que los antiguos egipcios utilizaban el papiro confeccionado con tallos fibrosos y lisos de la planta que crecía en las orillas del Nilo y que luego, gracias a la difusión comercial de los fenicios, se transformó en el soporte para la escritura más utilizado por los pueblos del mediterráneo en aquellos remotos tiempos.
Las láminas de papiro se unían y se escribían de un solo lado, y como eran flexibles, éstas se guardaban en rollos de varios metros de largo dependiendo de la extensión del texto. Los rollos se almacenaban en vasijas o en cajas de madera, rotulándose en la parte externa para permitir un rápido y mejor reconocimiento de los escritos.
Pero con el tiempo, el uso de los rollos de papiros fue abandonándose. Los cueros de animales eran más fáciles de adquirir - los papiros sólo crecían en zonas cálidas – y así, el pergamino y la vitela - fabricados con piel de oveja y cuero de cabra respectivamente- fueron los soportes más frecuentes durante tiempos medievales.
La superficie del cuero tratado, facilitaba la caligrafía y la ilustración con tintas en varios colores. Más tarde, el rollo fue reemplazado por el códice, en el que varias hojas eran cosidas entre dos tapas dando origen al formato que hoy - imprenta mediante - conocemos como “libro”. Las ventajas del códice respecto del rollo no eran pocas: el pergamino podía usarse de ambos lados y permitía la producción de volúmenes más extensos. Así, el códice fue, sin duda, un formato exitoso y tuvo una importancia relevante en la historia del conocimiento. Desde el punto de vista del lector, agilizaba el acceso a obras más largas y además, permitía marcar o señalar determinados párrafos con mayor facilidad.
De la mano de los árabes, llegó el tiempo del papel. Inventado por los chinos probablemente antes del siglo II a.C, el papel era un material económico fabricado primero con restos de cáñamo y trapos y luego, con celulosa. Este soporte se empleó específicamente para la escritura recién en el siglo I d.C. Se estima que el papel era producido en Asia Central hacia el siglo VIII, cuando el secreto de fabricación pasó a manos arábigas. En el siglo XV, al desarrollar Gutemberg la imprenta de tipos móviles, existían ya productoras de papel en diferentes ciudades europeas. Económica y masiva, la era del papel y de los libros comenzaba su prolongado reinado.
Cinco siglos después de Gutemberg, el desarrollo imponente de las computadoras y el crecimiento de Internet, instala en la historia de la comunicación nuevos aires revolucionarios. Las formas de almacenamiento de la información y los soportes para la escritura, ofrecen alternativas diferentes para la experiencia lectora. ¿Pero qué es lo que ha cambiado en esta nueva era? No solo se trata de la aceleración de los tiempos de producción – redacción, corrección, edición – y distribución, los cambios influyen así mismo en la experiencia lectora . Nos encontramos pues, en pleno proceso de transición, encrucijada desde la cual, nos aventuraremos a imaginar el futuro de libro.
Cuando se habla del “libro electrónico” o “e-book” suele hacerse una genérica referencia a un texto - digitalizado - que puede leerse a través de la pantalla, independientemente del sistema de almacenamiento.
Es notable destacar en este sentido, que la lectura en pantalla podría ser en parte un retorno al rollo -”scroll”, el comando que nos permite desplazar la página hacia abajo, en inglés significa precisamente “rollo” - . Y aun cuando muchos programas intenten emular visualmente la ilusión de las páginas que se voltean sucesivamente, por el momento, esta simulación dista mucho de la experiencia concreta del libro. Pero la pregunta quizá sea más profunda aún... ¿Será posible deshacernos del concepto mental de la “página” cuando nos vinculamos a la lectura?
Es difícil arriesgar una respuesta. Evidentemente, hay varios aspectos culturales involucrados al respecto. Entre los más evidentes de todos ellos podemos observar:
la lectura digital es hipertextual mientras que la lectura en papel tiende a la linealidad
la practicidad y comodidad que ha ofrecido el libro por tantos siglos es difícil de superar (dice Umberto Eco que la forma de libro está determinada por nuestra anatomía, y tiene mucha razón)
Y sin duda son estas circunstancias las que inspiran la búsqueda de nuevos recursos a fin de integrar el pasado con el futuro. El desafío es claro: incorporar las ventajas de lo digital, sin resignar la inolvidable practicidad del libro. Así pues, partiendo de este panorama, veremos algunas tendencias...
Para muchos, la experiencia de leer en la pantalla es una vivencia muy diferente a la de hacerlo en papel. Derrick de Kerckhove, Director del McLuhan Program in Culture and Technology, sostiene al respecto que mientras en la pantalla las palabras “corren” en el libro impreso en papel, las letras reposan. ¿Podría inferirse así que lo impreso favorece y predispone a la reflexión? El argumento nos lleva a una idea quizá discutible pero sin duda sugestiva: que el lector necesitaría algún punto de referencia estable frente al vértigo constante del movimiento que impone el texto digital.
Es posible que este concepto explique parcialmente por qué los libros impresos en papel continúan siendo muy requeridos aun cuando lo hipertextual pareciera tener tantas ventajas. Y es en este sentido, que surgen propuestas tales como la “impresión por demanda” - en inglés, “print on demand” o POD - modalidades que parecen instalarse como puntos intermedios entre lo digital y lo impreso.
El sistema de “impresión por demanda” es un procedimiento de producción editorial que permite editar primero e imprimir después, solo una vez que la venta fue consumada. En este sistema, el primer paso es equivalente a la modalidad de edición tradicional: texto e imágenes son digitalizadas y editadas electrónicamente. La diferencia es que la posterior impresión está condicionada por la venta y estará a cargo de poderosas impresoras – tecnología láser o de chorro de tinta, según el presupuesto – que producirán los libros por unidad. Esta modalidad es adecuada para obras que no están destinadas al mercado masivo y que requieren tiradas pequeñas. La comercialización se realiza por diferentes canales a veces tradicionales y muchas otras, a través de la propia Web.
Otro aspecto interesante del sistema es que la edición electrónica permite mostrar la obra virtualmente de manera tal que el público puede acceder a él - o a una parte de él - aún sin que el libro en cuestión exista físicamente. Este hecho resulta clave para los procesos de venta y simultáneamente, reduce los costos de comercialización porque no es necesario tener un stock impreso para poder ofrecerlo al mercado. Sin duda, se trata de una oportunidad interesante para autores que buscan una oportunidad, o para trabajos destinados a públicos muy especializados.
El “libro electrónico” o “e-book” es básicamente, la versión digital de un libro. En rigor, el término suele ser utilizado con cierta ambigüedad, a veces para significar cualquier obra digitalizada y otras, a un dispositivo que actúa de soporte para la lectura de libros digitales. Aunque esta acepción no es la más frecuente, es a ella a la que nos referiremos en este caso. Como hemos sugerido, el libro impreso tiene algunas ventajas difíciles de emular a través de las nuevas tecnologías: su práctica interfaz de usuario, lo hace algo realmente fácil de transportar y de leerse en cualquier parte sin necesidad de periféricos o fuentes de alimentación.
Es así pues que el desarrollo tecnológico se ha orientado hacia la búsqueda de un dispositivo que reúna las ventajas del texto digitalizado con la versatilidad y practicidad de un libro impreso. Porque aunque cualquier PC portátil podría cumplir esta función, las computadoras no suelen ajustarse a la comodidad centenaria de los libros de papel.
Existen actualmente en el mercado algunos dispositivos cuya función exclusiva es la de ser soportes de un texto digitalizado. Estas pequeñas computadoras se caracterizan por un diseño que intenta simular el formato de un libro tradicional. Pequeños, livianos y de bajo consumo poseen pantallas del tamaño de una página y una visual de alto contraste incluso con iluminación natural. Pero sin duda, las pantallas, no son exactamente como el papel. Y es en este punto en donde irrumpe otra nueva tecnología...
La “tinta electrónica” o “e-ink” es una de las tecnologías en desarrollo que logra lo que algunos denominan “efecto papel”. Se trata de una tecnología que ofrece alto contraste pero sin iluminación propia. Esta última característica hace que el sistema sea además, de muy bajo consumo. Por otra parte, mientras que una pantalla suele tener un tamaño considerable en relación a su limitado ángulo de visión, el papel suma otra ventaja: es flexible y liviano. Intentando entonces, imitar las características del papel, la tinta electrónica se vale de una pantalla delgada y flexible (unos 3 mm de espesor), la cual se compone de tres capas: + Una capa de microtransmisores eléctricos + Una capa de polímero + Una lámina protectora
El polímero contiene una matriz compuesta por millones de microcápsulas rellenas de partículas de titanio banco y negro. Estas partículas, cargadas eléctricamente, son estimuladas a través de la capa de microtransmisores de manera tal que cada cápsula se mostrará blanca o negra según corresponda. Tal es el concepto base a partir del cual se reproducirán textos e imágenes.
Resulta maravilloso imaginar este nuevo “papel” flexible y animado mágicamente como en Harry Potter. Sin embargo, aún falta camino por recorrer: no se ha conseguido desarrollar e-ink a color y la velocidad de actualización de estas delgadas pantallas es todavía muy lenta.
¿Cómo serán entonces los libros del futuro? ¿Llegará a ser el papel una curiosidad para coleccionistas y anticuarios? En cualquier caso, solo una cosa es segura: seguiremos leyendo y disfrutando de la lectura.
Sánchez Paso, Impresión por demanda
Hacia una biblioteca universal. El futuro del Libro. Clarín, 21 de octubre de 2006