Fernando Del Rio
“En aquel tiempo, el mundo de los espejos y el mundo de los hombres no estaban, como ahora, incomunicados. Eran además muy diversos; no coincidían ni los seres, ni los colores ni las formas. Ambos reinos, el especular y el humano, vivían en paz; se entraba y se salía por los espejos.”
(Jorge Luis Borges y Margarita Guerrero. “Animales de los espejos”, en Manual de Zoología Fantástica”; 1957)
Lewis Carroll (seudónimo de Charles Lutwidge Dodgson) publica en 1871 “A través del espejo y lo que Alicia encontró allí”, como una continuación de las “Aventuras de Alicia en el País de las Maravillas”, de 1865. Este nuevo viaje de la niña (ahora al mundo detrás del espejo) ha permanecido a lo largo del tiempo como un clásico de la literatura victoriana para niños.
Tiempo antes de editarlo, el autor había examinado la posibilidad de encuadernar un ejemplar con un espejo ovalado en la cubierta, idea que finalmente no prosperó.
Ilustrado por John Tenniel, esta nueva historia surge, de acuerdo a Alice Liddell (la niña en quien se inspiró el autor), a partir de historias contadas a ella y sus hermanas en las excursiones al río Támesis y en donde Dodgson también les enseñaba a jugar al ajedrez. No solamente el río era el lugar en donde creaba historias. Se sabe que Carroll tenía fascinación por los viajes en ferrocarril: muchas de sus amistades con niñas empezaban en un vagón de tren, porque siempre llevaba con él cuando viajaba numerosos juegos, tijeritas para cortar papel (era aficionado al origami) y puzzles para divertir a cualquier pequeña y ocasional compañera de viaje.
Pese a ser considerado como un autor para niños, al adentrarnos en los múltiples aspectos de la vida de Lewis Carroll, vemos que, en efecto, su obra no se trata sólo de literatura “para niños” exclusivamente y que este libro se diferencia de “Alicia en el País de las Maravillas”. No debemos olvidar que ambos libros siempre han atraído la atención de lingüistas, filósofos y generaciones de artistas, incluso de los surrealistas.
En “A través del Espejo” observamos un mayor dominio de la técnica narrativa, así como también de las formas expresivas. Un tono más agudo y un uso del humor de manera más irónica o sarcástica. Es como estar sumergido en el propio sueño de Carroll, en su viaje hacia los juegos de palabras, acertijos y paradojas lingüísticas, llevados hasta sus últimas posibilidades. O inmerso en los razonamientos de sus personajes, que su autor (profesor de matemática y lógica en Oxford) transformó en juegos para la imaginación y la inteligencia.
Alicia llega a este mágico mundo cruzando un espejo, luego de meditar qué pasaría a través de él. De inmediato, nos vemos (Alicia y los lectores) transportados a la extraña realidad del autor, donde todo ha sido trastocado y los valores establecidos, invertidos. Conceptos tales como el tiempo, la lógica y la relación causa efecto no tienen cabida en esta realidad que propone Carroll.
Hay numerosos ejemplos de lo arriba afirmado: para llegar a la Reina, Alicia debe alejarse de ella; el budín se reparte primero y luego se corta; la gente recuerda lo que pasará en el futuro; el Rey que sueña a Alicia, es a su vez soñado por ella. Este último ejemplo es una constante en la obra de Carroll, en donde sueño y vigilia se entrecruzan constantemente y remite a “Las ruinas circulares”, de Borges: “No ser un hombre, ser la proyección del sueño de otro hombre ¡qué humillación incomparable, qué vértigo!”
Continuemos con el argumento: Luego de atravesar el espejo encuentra un libro con el poema Jabberwcky, el que sólo puede leer si lo enfrenta a un espejo.
Cuando sale de la casa entra en un jardín en el que las flores hablan y la confunden con otra flor. Ahí conoce a la Reina Roja, quien le ofrece a Alicia convertirse en reina si consigue llegar a la octava casilla en una partida de ajedrez.
Mientras que en el primer libro Alicia juega al croquet contra naipes de póker que pueden hablar y moverse, en esta ocasión la niña se halla dentro de este singular ajedrez viviente y es una de sus piezas (un peón; el peón de la reina).
La partida es singular por el hecho que el autor, si bien nos proporciona una lista de los movimientos de las piezas que obedecen a las reglas habituales del juego, el desarrollo mismo de la partida subvierte bastante dichas reglas; como si fuera un niño pequeño quien estuviera jugando. O quizás el mismo Dodgson haya inventado un nuevo ajedrez, del que aún no se conoce su reglamento. Un tablero “viviente” como metáfora de la vida, del escenario del mundo en el que somos piezas manejadas por una mano invisible.
Lo que sigue es el recorrido de Alicia hacia la otra orilla, para llegar a la octava casilla del tablero y convertirse en reina. En su camino se encuentra con variados personajes: los gemelos Tweedledum y Tweedledee, copias simétricas de ellos mismos. Después de recitar el poema de La Morsa y el Carpintero, la pareja comienza a comportarse de la misma forma que los personajes de una tradicional canción de cuna. Alicia decide seguir adelante y conoce a la Reina Blanca, bastante ausente y que se transforma en cordero.
Inspirado en Ilustaraciones de John Tenniel
Otro personaje es Humpty Dumpty (algo así como “Huevo Rechoncho”), quien le explica a Alicia el significado del poema Jabberwocky, repleto de portmanteaux, estos son, neologismos en donde la combinación de dos significados de palabras distintas engendran una nueva palabra. También para Humpty Dumpty los nombres propios deberían poner en evidencia su contenido, mientras que las palabras comunes son sólo envoltorios que es posible llenar con cualquier significado. Como cuando se dirige a Alicia: “Con un nombre como el tuyo, podrías tener una forma cualquiera.”
No aparecen los mismos personajes que en “Alicia en el País de las Maravillas”, sólo se toma la imagen de El Sombrerero Loco como Hatta (pronunciación inglesa aproximada de Hatter (sombrerero) y La Liebre de Marzo como Haiga (que su pronunciación aproximada en inglés es Hare (liebre).
Tal como sucedía en el primer libro, el encanto no reside en el argumento o la caracterización de los personajes, sino en el hecho de verse completamente abrumado por el genio y la imaginación de Lewis Carroll, hasta el punto de ser arrastrado a un mundo tan diferente del nuestro como pudiéramos imaginar. El mundo de Lewis Carroll.
Una personalidad de múltiples intereses: literatura, lógica, teatro, fotografía (fue el fotógrafo de niños más importante de su época), parapsicología, origami, croquet, juguetes mecánicos, ajedrez, cábala, criptografía.
Lewis Carroll es una personalidad fascinante e inabarcable al mismo tiempo. Sus distintos reflejos dan cuenta de un espejo perdurable en el tiempo. Un espejo en el que volvemos a vernos y a encontrarnos con la inocencia de nuestros primeros años, con el placer de jugar, de leer, y de maravillarse ante el mundo que se despliega ante nuestros ojos…